Ni un alimento en la basura

noviembre 27, 2023

Ni un alimento en la basura

Solo en 2022 hubo más de 700 millones de personas que padecieron hambre en el mundo, según datos de Naciones Unidas. Al mismo tiempo, la producción de alimentos aumentó, pero una parte importante de ella, hasta el 17%, acabó en la basura. Son unos 1.600 millones de toneladas, según calcula la FAO ¿Cómo es posible? ¿De verdad podemos permitirnos desperdiciar tanta comida con la necesidad alimentaria que existe?

 

Todos deberíamos de reflexionar sobre nuestros hábitos de consumo alimentario, pero también en la cadena de suministro, que va desde los productores a los centros de distribución, pasando por los bares y restaurantes o nuestros propios hogares, podemos contribuir a reducir el desperdicio alimentario. Pero para hablar con propiedad, recordemos que se denomina ‘pérdida de alimentos’ a los que se desaprovechan desde la cosecha hasta el retail, y ‘desperdicio de alimentos’ a los que se tiran una vez que están en la tienda, en la hostelería o ya en casa.

 

Y ahora que lo sabemos, por conciencia con todas esas personas, pero también con el planeta -el desperdicio que acaba en los vertederos se convierte en emisiones de gases de efecto invernadero-, con la gestión de recursos -la energía necesaria para producir, transportar y comercializar-, y con la economía -la sobre disponibilidad o falta de disponibilidad de ciertos productos puede hacer fluctuar los precios de formas que tal vez no podemos ni prever-, es necesario que tratemos de evitar ese desperdicio con todos los medios a nuestro alcance. Aquí os dejamos algunos consejos para lograrlo:

 

  • Compra con cabeza, con lista y con planificación: Si en casa sois dos personas, no compres la fruta en kilos, sino por piezas. Vigila tu despensa para reponer solo lo que necesites y no encontrarte, por ejemplo, con más verduras de las que puedes consumir, o con huevos que no gastarás porque quizá esa semana no vayas a cocinar tanto con ellos.


  • Comida de proximidad y de temporada: En la medida de lo posible, trata de consumir productos autóctonos y en su temporada. Y esto no solo vale para la fruta y verdura, sino también para las carnes y los pescados. No solo es más sano para ti, sino también para el planeta. Además, ahorrarás dinero y evitarás desperdicio, porque normalmente la comida que viene de lejos o que pasa mucho tiempo en cámaras frigoríficas suele estropearse más rápido.


  • Ajusta las raciones: Trata de no cocinar más de lo que se comerá, y si te pasas, guarda los restos, congela lo que puedas o úsalos en los días siguientes. La misma regla vale para los restaurantes: no pidas más de lo que puedes comer y, si sobra, pide que te lo den para llevar y te servirá para la comida o cena del siguiente día.


  • Lo feo también se come: A veces cuando un alimento empieza a magullarse ya pensamos que no se puede comer, igual que en la tienda, donde muchos productos se quedan en el fondo de la caja y terminan finalmente en la basura. Cuando eso suceda, haz sofritos, salteados o batidos.


  • Fíjate en la fecha de consumo preferente o caducidad: Ser un consumidor consciente no significa necesariamente comprar los productos que caduquen más tarde, sino también comprar los que están cerca de su fecha cuando pensamos consumirlos en los próximos días. De este modo, ayudamos al establecimiento a no tirar también comida.


  • Y si hay que tirar, que sirva: Asegúrate de tirar en una bolsa aparte los restos de comida no aprovechables para que el proceso de reciclado de tu ciudad pueda destinar cada basura al sitio más provechoso. Y si tienes un pequeño jardín o algunas plantas en casa puedes hacer compost tú mismo para darle a esos restos una segunda vida.

 

En AUARA trabajamos para que todas las personas puedan disponer de acceso a agua limpia y segura, pero no nos olvidamos de la pobreza ni el hambre que sufren tantas personas en todo el mundo. Concienciar es, estamos seguros, el primer paso para avanzar.